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Nuestro narciso Snchez lleva bastante tiempo mirndose en aquellos espejos internacionales en los que le gusta verse retratado. Algo comprensible, porque el reflejo que le ofrece el callejn espaol no es el que l cree merecer, ni el que sus muchos propagandistas con sueldo pblico o concertado -que a buen seguro aumentarn cuando el 17 de julio presente la ley mordaza con la que pretende arruinar a la prensa crtica- le trasladan a la opinin
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