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Desde la gloriosa de Albert Boadella, burlando la vigilancia de los policas que lo custodiaban y deslizndose por la fachada del Hospital Clnico con la ayuda de una sbana, como si se deslizara por una vieta de tebeo, desde aquella tarde feliz y estupefacta del 26 de febrero de 1978 no haba habido una butifarra, un tal apotesico corte de mangas, como el que Carles Puigdemont protagoniz en Barcelona. Una butifarra de mltiples menudillos, di
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