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En agosto de 2011Fernando Snchez Drag y Salvador Sostres se retaron a un mano a mano gastronmico que fue recogido en UVE, el suplemento de verano que EL MUNDO publicaba entonces.
Se trataba de un duelo entre la cocina de vanguardia y la tradicional. Sostres, quien defenda en el combate a la primera, eligi un estrellas Micheln, el sofisticado DiverXo. Snchez Drag arrastr a su rival hasta un pequeo restaurante llamado Bodega Guillermo, ubicado en Cuzcurrita de Ro Tirn (La Rioja), localidad de 570 habitantes censados a 312 kilmetros de Madrid. “Con lo que te sirve aqu Guillermo comen 10 das 15 japoneses”, deca frente a un plato de alubias el escritor y periodista recientemente fallecido .
El anfitrin era Guillermo Castillo, de 78 aos, el hombre que puso a Cuzcurrita en las guas gastronmicas espaolas y quien esta semana copa titulares en los medios de comunicacin no por su sustancioso men a base de platos riojanos, su caf de puchero o las jotas que regalaba a sus comensales mientras daban cuenta de su licor casero de zarza o de huevo, sino por su muerte violenta. “Su comida es masiva y contundente, como una somanta de hostias”, escriba Sostres sobre la experiencia.
La ltima comida la sirvi Guillermo el lunes 1 de mayo, Da del Trabajo. Haba sido un fin de semana de mucho trajn en su restaurante y en el pueblo, que acoga las fiestas del tren del Tirn. El concejal de Cultura y Turismo de Cuzcurrita, Fernando Castillo -su padre y Guillermo eran primos hermanos-, calcula que en la localidad poda haber 3.000 personas, seis veces lo habitual.
“Celebrbamos unas jornadas en torno al vino. Dos trenecitos salen de la Plaza Mayor y van recorriendo las bodegas del pueblo, donde hacen paradas y la gente degusta vino y pinchos. Participaban cinco de las ocho bodegas del pueblo”, relata el concejal.
Guillermo Castillo posea una pequea bodega, pero con una produccin ms bien anecdtica, bsicamente para cubrir las necesidades de su restaurante, por lo que su negocio no entr en el circuito del tren. No faltaron, como siempre, comensales en sus dos docenas de mesas.
La fiesta popular acab el domingo 30 de abril con una verbena en la Plaza Mayor. Al da siguiente, lunes de mayo, era festivo tambin, de lo que en Cuzcurrita se concluye que Guillermo no pudo ingresar en el banco lo recaudado en un puente en el que debi de hacer buena caja.
Es la principal hiptesis a la que recurren sus vecinos cuando tratan de explicarse el porqu del incomprensible asesinato de un hombre al que no se le conoca enemigos y que caa a todo el mundo bien: robarle el efectivo de los pagos en el restaurante.
Su cadver fue descubierto a primera hora del martes 2 de mayo. Diego, uno de los empleados que haca las labores del campo a Guillermo, llam a la hija del restaurador, Yolanda, sobre las ocho de la maana. Necesitaba un vehculo para la faena del da y su padre no responda al telfono ni al timbre de la casa, una vivienda de tres plantas y fachada de piedra ubicada a escasos 100 metros del restaurante. La hija acudi con la llave, pensando que el padre se habra quedado dormido, vencido por el cansancio acumulado el fin de semana.
No hizo falta meter la llave en la cerradura porque la puerta estaba abierta. Tampoco tuvo que avanzar mucho para comprender que algo le haba sucedido a su padre. Sus zapatillas de estar en casa estaban tiradas en el rellano junto a un charco de sangre ya seca. Los objetos que adornaban un arcn antiguo, tirados.
Al ver la escena, Yolanda, segn ella misma ha relatado, no tuvo valor de entrar en la casa y le pidi al empleado que se dirigiera al saln, por si su padre estaba herido tras una mala cada. No haba rastro all de Guillermo, pero s otro mal augurio: los cajones del mueble que presida la estancia abiertos y revueltos.
Enseguida lleg la Guardia Civil, que no encontr al restaurador tras hacer un rastreo de toda la vivienda salvo la despensa, que siempre estaba abierta y pero aquella maana tena la llave echada. Derribaron la puerta. Desde fuera, la hija escuch “est aqu, est aqu”. Vio entrar a los sanitarios y que stos no solicitaban el maletn de primeros auxilios ni ambulancia. No hizo falta decirle ms.
La noche antes la hija lo haba dejado en casa sobre las 22.00 horas. Le prepar las pastillas que tena prescritas y las dej en un vaso al lado de la tele para que cuando fuera a ver la serie turca que segua, El Sultn, recordara tomarlas.
La Polica Judicial de la Guardia Civil en La Rioja se ha hecho cargo del caso y se ha decretado el secreto de las actuaciones, de modo que en el pueblo no saben ms sobre la posible autora del crimen que lo recogido aqu. Ningn vecino oy nada extrao; no se vio a nadie sospechoso merodear la casa de Guillermo.
Nacido el 24 de febrero de 1945 en Cuzcurrita, har 40 aos que dej la pescadera que regentaba para hacerse cargo de una pequea bodega, en la que comenz a dar comidas en petit comit hasta que el xito le hizo abrir como restaurante. Su copioso men –10-12 platos por unos 30 euros- no estaba en ningn sitio escrito, lo recitaba l: pimientos rellenos, sopa de ajo, patatas a la riojana, chuletillas al sarmiento, chorizo y morcilla asados, conejo… Su propuesta cuaj y a la localidad comenzaron a peregrinar amantes de la gastronoma de toda Espaa, sobre todo los vecinos vascos. En el pueblo lo definen como el pionero que puso a Cuzcurrita en el mapa.
“Como jefe de sala era un maestro, podas comer mejor o peor, pero como te trataba era algo extraordinario. Extrovertido, alegre, el anfitrin perfecto. Nadie sala sin una sonrisa de su restaurante. La gente ms que por la comida, iba por el ambiente, era riojanismo puro. Aunque parece que a alguien no le caa bien”, dice de l Aritza Burgos, quien regenta junto a sus padres otro restaurante en Cuzcurrita, el asador Aker.
Los de Aker y Bodega Guillermo eran ms amigos que competencia. El 21 de marzo de 2021, cuando an coleaba la pandemia del Covid-19, los padres de Aritza decidieron celebrar all su aniversario de bodas. Era la primera vez que iban a comer donde Guillermo Castillo. “Cuando fuimos a pagar, nos invit. Literalmente dijo que era un orgullo para l que comiramos all. El orgullo fue nuestro”, cuenta Aritza.
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